Walter Benjamin compró el cuadro de Paul Klee Angelus Novus en 1921. Siempre le obsesionó y operó como un catalizador de sus teorías filosóficas (también lanzó una revista bajo ese nombre). El pensador alemán, inspirado por la tradición talmúdica, veía en el lienzo al Ángel de la Historia. Con la cabeza volteada al pasado, contempla un cúmulo de ceniza dejado por sucesivas civilizaciones. Su figura encarna la impotencia: el ventarrón del progreso empuja sus alas y le impide corregir los desaguisados de la humanidad. No hay margen para la intervención en una realidad que es pura ruina y espanto…
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